
Así que nos ponemos en marcha desde nuestro punto de encuentro habitual, la gasolinera de Manzanares el Real y nos disponemos a acometer lo pactado hasta que al llegar a la rotonda de la carretera en dirección a Navacerrada, un “lumbreras” nos sorprende con la genial idea de subir hasta Cercedilla.
Dicho y hecho. Comenzamos a rodar y a rodar y ya en las primeras cuestas de carretera, la bicicleta se nos queda pegada como si fuera de piedra. Entre el calor y el desentrenamiento la ruta promete convertirse en un infierno.
Después de pedalear durante dos horas y media, no sin cruzarnos con otros valientes “biciociosos” sufridores incombustibles, llegamos a nuestro destino inicial.
Era la primera vez que hacía este recorrido de ahí mi sorpresa cuando llegamos a Las Dehesas de Cercedilla, lo que yo y mis piernas consideraban el final del trayecto y me comunican que tenemos que seguir subiendo.

Y claro, no iba a ser yo el que protestara. Asentí resignado con ganas de llorar, de pinchar o de arrojar la bici por un acantilado.
Comenzamos a subir por la carretera hasta superar una primera barrera. No hay pérdida posible, ya que hay varios carteles indicando las distintas rutas de la zona. La nuestra fue seguir por la Carretera de la República (una pista de grava pese a su nombre). Con las piernas destrozadas después del esfuerzo, proseguimos por la pista forestal. Tras superar una pequeña loma nos encontramos con el Reloj de Cela donde puedes averiguar la hora del día por la inclinación de tu sombra y, poco después con los miradores de Vicente Aleixandre y Luis Rosales (y yo con las piernas como para pensar en poesía). La penúltima parada fue el Mirador de la Reina y como colofón el Puerto de la Fuenfría a 1.800. Aparte del paisaje, de la belleza de la ruta y de la compañía (por si alguno de mis compañeros lo lee) lo mejor fue bajarse de la bici y tomar aire (muy fresco por cierto, en comparación con las infernales temperaturas que estamos teniendo este año hasta en la sierra madrileña). Luego ya sólo nos tocó dar la vuelta a la Dehesa y reponer fuerzas tomando una cervecita. Afortunadamente nuestro amigo Ricardo pasó a recogernos de vuelta a Manzanares, no sin antes tomarnos unas cuantas más en Goyo
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